Desde la muerte de George Floyd, el mundo ha convulsionado con un tema que siempre ocupa un lugar en las matrices de opinión: el racismo. Es cierto que puede catalogarse como una crisis, pero en la historia, la literatura, y los medios de comunicación, la representación de blancos y negros ha estado bien demarcada.
La trágica muerte de Floyd – afroamericano de 46 años, en manos de Derek Chauvin, policía blanco quien, según se ve en videos grabados por peatones, mantuvo su rodilla sobre el cuello de Floyd durante casi nueve minutos, ignorando sus palabras hasta dejarlo sin aliento – abrió el debate sobre una reforma policial, la discriminación, y el derecho a la protesta.
La escena fue crucial para que despertarán las protestas, quienes buscaban luchar contra la desigualdad, y otras representaciones en algunos países de Europa, especialmente en Ámsterdam donde aproximadamente 10 mil personas entonaron lemas como “no puedo respirar” y “la vida de los negros importan.” También se unieron grupos violentos, destruyendo comercios en Minneapolis, Nueva York, y Miami.
Hasta hace pocos días, era evidente las reacciones contra asiáticos en todo el mundo, a raíz del COVID-19, lo que deja entrever que la discriminación no solo es un drama que envuelve a los Estados Unidos, sino que es otro tipo de pandemia, según los sociólogos expertos.
La participación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha sido magistral. El jueves, 18 de junio, continuó el debate “sobre un proyecto de resolución que condena las prácticas raciales y violentas de la policía en Estados Unidos y en el resto del mundo.”
Sin embargo, la situación desde el 25 de mayo, el día en que murió Floyd, ha permitido analizar varios aspectos del hecho y de la protesta. El suceso no solo ofendió la moral de los afroamericanos, sino de todos los que condenan actos violentos, de víctimas y victimarios. Ofendió a quienes descartan tratos injustos para dirigirse a toda persona, a los que rechazan de manera categórica la violencia como mediación.
Las expresiones de racismo deben condenarse, desde la posición que venga. Y no basta con protestar en las calles o unirse a grupos afines a la causa. El respeto por los derechos humanos es un precepto que actualmente no funciona completamente en muchas sociedades modernas, porque tampoco funciona dentro de casa. Porque la sociedad y el estado deben comprometerse a hacer cumplir esa declaración que en algunas ocasiones representa un cuadro, más exhibido que llevado a la práctica.
El legado es la educación. Los valores. La responsabilidad que debe tomar cada individuo cuando se halle frente a actos similares contra un ser humano, quien puede ser atacado por su raza, color, nacionalidad, edad, de género, religión, orientación sexual o política, dejando en segundo plano el verdadero motivo del delito o violación a las leyes.
Las instituciones tienen el deber de hacer justicia, combatir la violencia, y procurar que las manifestaciones sean pacíficas y seguras. Desafortunadamente, las circunstancias actuales han mostrado una cara poco amigable de los policías en contra de los negros, pero generalizar desdibuja todo concepto de respeto y aceptación.
La cronología de hechos, luego de la partida de Floyd, los residentes estadounidenses vieron en este suceso la vulnerabilidad a la que están expuestos por las prácticas policiales. Por tal motivo, Presidente Trump firmo una orden ejecutiva de una reforma policial.
Por su parte, el 8 de junio, los demócratas de la Cámara de Representantes de Estados Unidos presentaron una propuesta que busca limitar los poderes de dichas autoridades, generar más transparencia en las investigaciones de abusos y actos de violencia, entre otros.
Los senadores republicanos, dentro de su proyecto de reforma, apuestan a cambios para los procedimientos y la responsabilidad policiales – transparencia en la base de datos sobre el uso de fuerza y restricciones a las llaves de estrangulamiento para hacer cumplir la ley.
Lo correcto es que el modelo policial tenga como estandarte, vigilar, y proteger a toda la sociedad.